Evolución agrícola-ganadera de las vaquerías a la agriculturización
Cuando en el siglo XVI llegaron los conquistadores hispánicos a lo que constituye en la actualidad el territorio de la República Argentina, los indígenas que lo habitaban tenían solo dos especies de animales domésticos, la llama y la alpaca, ninguna de las cuales habitaban en la región Pampeana, tampoco en esta región se cultivaban plantas para consumo alimenticio.

La naturaleza del territorio al ser pródiga en la pesca y en la caza hizo que resultara más conveniente un modo de vida cazador o recolector que la agricultura o la ganadería.
La región norte del litoral estaba habitada por tribus estables de tejedores de algodón y buenos alfareros que sembraban maíz, zapallo y mandioca. En el sur de esa misma región, solo practicaban la caza y la pesca. En el resto del territorio no había prácticas agrícolas, con salvedad del noroeste donde habitaban tribus integrantes del Imperio Incaico, de vida sedentaria, y que desarrollaban artes manuales.
Cuando se produce el advenimiento del ganado, en general siguiendo el itinerario de las corrientes colonizadoras, el clima favorable y los pastos naturales permitieron su conveniente multiplicación, dando lugar a los ganados alzados (animales mansos independizados del hombre al escaparse), y cimarrones, descendientes de los primeros nacidos en libertad que, al menos durante dos largas décadas, se reproducen sin obstáculos y proporcionan carne para la alimentación y otros artículos valiosos, como cuero y grasa.
Los conquistadores españoles se establecen en territorios escasamente poblados, y la colonización se concreta con la fundación de ciudades durante el siglo XVI, que se convertirán en las cabeceras del formidable desarrollo agrícola de la Argentina.
La reproducción de los animales abandonados por las expediciones fracasadas dio origen a las llamadas vaquerías, o incursiones por los campos para cazar ganado cimarrón que pastoreaba libremente a cielo abierto y que se constituye, con el paso del tiempo, en el antecedente inmediato de la estancia colonial.
A partir de 1650 el ganado va internándose cada vez más en la pampa y se supone que, hacia 1750, ya no existen más cimarronadas producto de su apropiación por parte del hombre. Con el ocaso de las vaquerías nació la estancia colonial que, con grandes rodeos de ganados vacunos, tuvo lugar entre 1750 y 1810. En ese período, la compañía de Jesús funda y desarrolla seis estancias: Santa Catalina, Jesús María, Caroya, Alta Gracia, La Candelaria y San Ignacio, en las que se producían cereales, trigo y maíz, además de cultivos de vid y frutales. También se criaban caballos, ovejas y mulas.
La explotación del vacuno en las estancias facilitó un aprovechamiento mayor de la carne, que durante las vaquerías quedaba en el campo. Ahora comienza a extraerse la grasa, y la carne comienza a salarse en la misma estancia para dar lugar al surgimiento del saladero.
El saladero, al utilizar la carne, valoriza el producto y desarrolla los puertos porque por ellos salen los productos a ultramar. Más adelante, la “industria del frío” posibilitaría la exportación de carne congelada y, sobre todo, enfriada, a Inglaterra.
Durante la segunda mitad del siglo XIX se fundan, apoyadas en la inmigración europea, numerosas colonias agrícolas, sobre todo en las zonas del litoral fluvial, principalmente en las provincias de Entre Ríos y Santa Fe. Italianos, españoles, franceses, rusos, austríacos, sirios, ingleses, alemanes y suizos comenzaron a asentarse en las tierras.
El trazado del Ferrocarril Central Argentino, de Rosario a Córdoba, favoreció la instalación de colonias, poblándose una amplia faja de tierras a cada lado de la vía. A partir de 1870, los suizos fueron elegidos para iniciar ese poblamiento en gran escala.
Con Colonia Esperanza en 1856 en la provincia de Santa Fe, se inicia un franco período colonizador que se continúa en la provincia de Entre Ríos, Córdoba y Buenos Aires.
Muchos vascos, irlandeses y escoceses, apenas llegados al país, comienzan a dedicarse a la cría de ganado ovino, lo cual termina no solamente por desplazar al vacuno sino también por aumentar la población del campo debido a la mano de obra más intensiva que necesita este tipo de ganado.
En 1872, las colonias produjeron casi una cuarta parte de la cosecha nacional de trigo, unas 20.000 toneladas. Su producción aumentó en proporción a su expansión. Los ferrocarriles, que irradiaron de Buenos Aires para servir a la región circundante, permitieron que en 1878 la exportación de trigo superara a la importación. A partir de 1879, con la denominada Campaña del Desierto se incorporarán 400.000 kilómetros cuadrados de tierras a la región Pampeana. Ya antes de esa fecha se aprecia un fuerte aumento del ganado vacuno alentado por la industria frigorífica y la exportación en pie. El vacuno desplaza al ovino produciéndose lo que se conoce como desmerinización1, al mismo tiempo que se mejoran los rodeos vacunos.
Los chacareros comienzan a arar los campos vírgenes y luego de algunas cosechas los entregan alfalfados para aumentar la receptividad del ganado antes de enviarlo al frigorífico. Los años 1900, 1901 y 1902 constituyen lo que puede llamarse la edad de oro de la industria frigorífica. El fomento agrícola, por parte de los ganaderos, va a generar la simbiosis de las dos tendencias agro-productivas mejoradoras de la pampa: la agricultura y la cría de ganado bovino de alta calidad.
En 1908 se produjeron 5.000.000 de toneladas de trigo y más de la mitad se exporta con la ayuda del ferrocarril, que también se utiliza para transportar animales y cueros.
A partir de 1910 y como consecuencia de la demanda mundial de cereales, se inicia la expansión de la actividad agrícola, lo que deriva en un aumento considerable de los arrendamientos. Pese a ello, en 1920 la ganadería seguía siendo la actividad predominante.
Desde el primer quinquenio de los años 1950 se inicia una etapa de aliento a la generación, adaptación y transferencia tecnológica orientada a modernizar la actividad agraria, con el apoyo de medidas impositivas y crediticias.
El avance agropecuario durante el período 1950-2000, en comparación con el pasado, ha sido calificado como de etapa vertical, aunque con diferente grado de intensidad de acuerdo a los rubros productivos. Se caracteriza por un uso más intensivo del factor tierra, lo que implica el empleo de mayor cantidad de capital y mano de obra por unidad de superficie que en épocas precedentes.
La facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires y el Ministerio de Agricultura inician, en la década de 1950, la introducción de prácticas de manejo desarrolladas en países de agricultura templada.
En 1957 se crea en el ámbito oficial el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y paralelamente, comienzan a funcionar en el sector privado los Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (CREA) adquiriendo relevancia los semilleros privados y la industria de agroquímicos.
A partir de los años 60 se alentó la incorporación tecnológica, avances en la tractorización y mecanización de las labores, la cosecha mecánica de los granos y el empleo de herbicidas para el control de malezas.
Desde poco antes de mediados del siglo XX se sientan las bases para efectuar un crecimiento vertical, consistente en aumentar la producción mediante el mejoramiento de la productividad. Pero también finalizando la década de 1970 se inicia una etapa de expansión horizontal de la agricultura liderada por el cultivo de soja, que se extiende no solo en áreas pampeanas sino también extrapampeanas, proceso que se conoce con el nombre de agriculturización.
El nuevo modelo productivo está centrado en nuevas prácticas de cultivo (como la siembra directa), el creciente uso de organismos genéticamente modificados (semillas transgénicas, animales clonados, micropropagación, etc.) y una agricultura de precisión (sensores, satélites, imágenes, etc.), fuertemente diversificada y tecnificada e inducida por demandas no solo alimenticias sino también energéticas e industriales. A partir de la década de 1970 se perfilan cambios importantes. Las oleaginosas desplazan a los cereales y la ganadería bovina, comparada con los granos, pierde importancia y sufre un fuerte proceso de relocalización.
Durante las casi dos décadas del siglo XXI la agricultura no pampeana creció, se tecnificó y amplió su perfil exportador.
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